El semanario Reconquista publica este domingo una columna que firma el obispo de la ciudad homónima, monseñor Angel Macín, en la cual el prelado habla de las bondades de descansar el día domingo.
Bajo el título “El descanso del domingo”, el semanario Reconquista reproduce una columna de opinión del obispo de esa ciudad santafesina, monseñor Angel José Macín, quien ahonda en las razones religiosas de por qué descansar ese día de la semana, pero además vuelca diversos argumentos que van más allá de cualquier creencia.
Señala el obispo que saluda “con agrado que, progresivamente, municipios y comunas van adhiriendo a la ley de cierre de la actividad comercial, sancionada a nivel provincial, un anhelo largamente esperado y reclamado por los trabajadores del comercio. Este logro seguramente va redundar en el bien de toda la población de nuestra provincia”.
Desde lo estrictamente religioso, recuerda monseñor Macín que “se nos narra en el primer episodio de la Historia Sagrada que el séptimo día, Dios descansó de todo lo que había hecho (Gn 2,1ss). El sábado, en el lenguaje simbólico de este texto del Génesis, cesa la actividad creadora de Dios. Este reposo sabático de Yahvé le otorga sentido a toda la obra realizada. Por eso, para el pueblo de Israel, el sábado es el día de descanso obligado. Porque en Dios está la fuente y el principio, tanto del trabajo como del reposo.
“En el NT, se modifica el día de descanso y se enriquece su sentido. Del sábado se pasa al domingo, porque como la misma palabra lo indica, se trata del día del Señor, el día en que Cristo resucitó, venciendo las ataduras de la muerte. Los primeros cristianos no dudaron de sustituir el sábado por el domingo, dedicando este día a la santificación de toda la jornada, a descansar, esto es, a dejar la vida en manos de Cristo resucitado, “lugar” del reposo definitivo.
Hasta aquí una síntesis de la columna, que se puede leer en forma completa en el siguiente link: https://www.reconquista.com.ar/locales/23040-el-obispo-macin-apoyo-el-descanso-dominical
https://www.conclusion.com.ar/2015/05/el-descanso-dominical-en-la-vision-de-un-obispo/
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Semanario Reconquista
Para pensar y compartir la fe
EL DESCANSO DEL DOMINGO
Progresivamente, municipios y comunas van adhiriendo a la ley de cierre de la actividad comercial, sancionada a nivel provincial, un anhelo largamente esperado y reclamado por los trabajadores del comercio. Saludo con agrado este logro, que seguramente va redundar en el bien de toda la población de nuestra provincia.
Evidentemente, hay actividades que no se pueden suspender, porque hacen al cuidado mínimo que una sociedad necesita, como por ejemplo, las guardias en los centros de salud, la venta por turnos de medicamentos, las iniciativas que apuntan al esparcimiento y la recreación de los ciudadanos y otras cosas esenciales. Las mismas, siendo necesarias de un modo permanente, deberían ser siempre valoradas de un modo extraordinario y cuidadas por una legislación que asegure el descanso oportuno a quienes las llevan a cabo, si es preciso, incluyendo alguna compensación complementaria.
Es que todos necesitamos el descanso. Algo que tiene sentido, cuando hay cansancio acumulado. Para quien no tiene trabajo, o para quien no puede desarrollar alguna actividad, por motivos obligados de salud u otras razones, probablemente el descanso se torne una experiencia difícil de sobrellevar. He aquí la necesidad de profundizar un poco más en este tema del descanso. Un tema en apariencia simple, pero rugoso cuando nos acercamos y observamos con atención. Un tema antropológico fundamental, que incluye, ciertamente, una legislación correspondiente.Para eso, un repaso por lo que nos dice la Biblia, un repaso de lo que nos enseña la fe, puede resultar iluminador.
Se nos narra en el primer episodio de la Historia Sagrada que el séptimo día, Dios descansó de todo lo que había hecho (Gn 2,1ss). El sábado, en el lenguaje simbólico de este texto del Génesis, cesa la actividad creadora de Dios. Este reposo sabático de Yahvé le otorga sentido a toda la obra realizada. Por eso, para el pueblo de Israel, el sábado es el día de descanso obligado. Porque en Dios está la fuente y el principio, tanto del trabajo como del reposo.
En el NT, se modifica el día de descanso y se enriquece su sentido. Del sábado se pasa al domingo, porque como la misma palabra lo indica, se trata del día del Señor, el día en que Cristo resucitó, venciendo las ataduras de la muerte. Los primeros cristianos no dudaron de sustituir el sábado por el domingo, dedicando este día a la santificación de toda la jornada, a descansar, esto es, a dejar la vida en manos de Cristo resucitado, “lugar” del reposo definitivo.
En nuestra cultura occidental, marcada por la fe cristiana en muchos de sus ritos y costumbres, ha prevalecido el domingo como día de descanso, de encuentro con Dios y con la comunidad, de esparcimiento y recreación. Me parece muy saludable esta opción, porque la fe cristiana ha servido de matriz para la cristalización de muchos de los rasgos de nuestra cultura; por supuesto, esto debiera ser vivido con el respeto hacia otras prácticas religiosas que consideran otro día de la semana como jornada de descanso, en especial, de nuestros hermanos mayores en la fe, como ha denominado Juan Pablo II al pueblo judío.
Ahora bien, no sería suficiente con quedarnos solamente con el aspecto externo o formal.Pensar solo en sostenerla tradición del descanso dominical. La existencia deuna ley que ayuda al comercio a plegarse a esta costumbre que, lamentablemente, se ha ido abandonado imperceptiblemente, es un paso de significativo valor. No obstante, es importante que, sin descuidar este aspecto estructural, se pueda profundizar un poco más en el descanso como experiencia fundante de nuestra vida.
Dijimos que todos necesitamos descansar cuando estamos cansados. Hay aquí una primera cosa para ponderar. Se necesita cierto equilibrio entre el trabajo y el descanso, entre la cultura del trabajo y del reposo. No nos conviene quebrar este equilibrio, porque pronto podemos padecer sus consecuencias, tanto en lo individual como en lo social. Creo que si hemos llegado a perder el valor del descanso en algún momento de nuestra organización social, es porque también hemos perdido el valor del trabajo o la capacidad para generar un trabajo justo, con iguales oportunidades de acceso al mismopara todos. En este punto tenemos mucho por pensar, y más aún por hacer. Considero que estamos lejos de un sano equilibrio en este sentido.
Un segundo aspecto que quisiera señalar es que el descanso tiene una dimensión externa, una dimensión formal: no voy a trabajar, no cumplo horarios; pero necesita vivirse también desde una dimensión más interior. Nos pueden ayudar en esto algunas preguntas: ¿A qué dedico mi tiempo libre? ¿A estar con mi familia? ¿A estar con las personas que quiero, con los amigos? ¿A realizar una actividad que me ayude a crecer en dignidad como persona, a re-crearme, o dejarme re-crear? O, por el contrario, ¿corro detrás de cosas que me permiten evadirme de lo que me pasa interiormente? La evasión no es descanso. Es, en el mejor de los casos, un atenuante, un paliativo, que a la larga puede aumentar mi cansancio, o incluso me puede destruir. Cuando se da una acumulación de cansancio nuestro ser lo va registrando hasta que, en determinado momento todo eso se manifiesta, afectando nuestra salud.
Tristemente, crece día a día la evasión en nuestra sociedad. El consumo de alcohol de forma desmedida, el cáncer de la droga que se extiende como una mancha de aceite incontenible, que amenaza con cubrir grandes sectores de nuestra vida de comunidad, especialmente de los adolescentes y jóvenes, la violencia que se deriva de estas cosas, son indicadores preocupantes de una sociedad que necesita descansar y, probablemente, no encuentre el modo.
Es en este punto donde llegamos a tocar algo que considero esencial para el descanso: poder dejar, abandonar la vida en alguien. Saber, o tomar progresiva consciencia de que no somos todopoderosos.No somos superhéroes. Poder reposar en alguien. Solamente los vínculos generan el auténtico descanso. Para el creyente, el vínculo con Dios es aquella instancia que puede restaurar su alma herida. Por eso, el domingo, vivido desde la fe, antes que ser un día de descanso es un día de encuentro con Cristo. El descanso es una consecuencia de dicho encuentro. Solo en Él puede reposar nuestra alma, según su invitación tan apremiante como consoladora: “vengan a mí los que se sienten cansados y agobiados, y yo les daré descanso, porque mi yugo es suave y mi carga liviana” (cf. Mt 11,28-30).
Ahora bien, quien no tiene fe, puede sentirse totalmente defraudado. Pienso que no. Lo que simplemente trato de decir es que necesitamos de alguien para poder descansar de un modo conveniente. O necesitamos un espacio de acogida, de contención, para dejar nuestra vida en manos de alguien. Por eso, se podría decir que solamente el amor, la salida hacia el otro, contiene el verdadero sentido del descanso. Para quien no logra encontrar en Dios el punto de apoyo de su vida, se abren otras alternativas. Pero siempre vinculadas al amor y a la entrega a los demás. De ahí que el servicio a la comunidad, bajo diferentes formas de voluntariado, se transforma en una sana modalidad de descanso en muchas personas. O la simple posibilidad de compartir gratuitamente el tiempo y la vida con alguien.
No creo alcanzar a desarrollar en toda su amplitud este tema tan fundamental para nuestra existencia. Porque está también el descanso de cada jornada. El descanso de los últimos años de nuestra vida, al que hermosamente nuestro lenguaje llama jubilación, haciendo referencia a la alegría. Todos sabemos, sin embargo, que tantos jubilados viven más bien en la penuria y el olvido. Definitivamente, el descanso es un tema clave en la agenda del ser humano para el corriente siglo.
No conviene que descuidemos este aspecto en nuestra vida personal. No conviene que quitemos importancia social a un aspecto tan relevante. Aprovechando este día de descanso, pensemos un momento en cómo estamos viviendo todo esto y si estamos haciendo algo para que también otros puedan encontrar el descanso verdadero.
+ Ángel José Macín
Obispo de Reconquista